Recuerdo la primera vez que experimenté un estado de felicidad consciente. Fue a finales del 2023, después de llevar 6 meses en terapia neuropsicológica. Y la verdad, es que esa felicidad no fue por nada absolutamente extraordinario. Había pasado unas 12 horas por fuera de casa, en clase de cocina, algo que amo y disfruto totalmente. Al llegar a casa, solo sentí que mi cuerpo vibraba de emoción, sentía literalmente un hormigueo que recorría por mis venas, tenía una sonrisa de oreja a oreja y no estaba pensando en absolutamente nada, solo en ser y estar presente.
No es como que yo conscientemente supiera lo que estaba pasando, se sentía más bien como un viaje psicodélico, de esos que sabes que algo pasa, que hay un mensaje de fondo que todavía no logras descifrar, pero que después deberás ponerle nombre. Yo solo estaba disfrutando el momento. Recuerdo también cómo le describí a mi psicóloga lo que había sentido sin ponerle nombre, porque no entendía qué había sido ese estado espiritual que había logrado presenciar y reconocer en mí, a lo que ella me respondió: "Eso que sentiste tiene un nombre, se llama felicidad".
Quizás para muchas personas sea algo sencillo de relacionar, quizás suene hasta una nimiedad que una persona no sepa qué se siente estar realmente feliz (no solo alegrías pasajeras), sin embargo, para mí, una mujer diagnosticada a sus 28 años con neurodivergencia, TOC, ansiedad y depresión, fue como haber abierto una habitación que no sabía que tenía, llena de luz, de amor, de alegrías, de creatividad y de tantas cosas hermosas que no tenía la menor idea que habitaban en mí.
En esa conversación con mi psicóloga, luego de ella contarme que eso era la felicidad, terminé llorando como una magdalena por las incontables veces que me privé de esa emoción. Con muchísima compasión hicimos un ejercicio para darle cierre a mi vieja versión, para hacerle el duelo y la despedida a mi depresión y a mi ansiedad; un mes después estaría cerrando mi ciclo con mi terapeuta y adentrándome en una vida de la que soy felizmente afortunada de vivir.
Con todo ese proceso descubrí que a veces el miedo más grande en un proceso de transformación personal no es atravesar el dolor tan grande que acarreamos con nuestros traumas e historias de vida, sino el miedo enorme a ser felices. Otra de las cosas que más me impactó en este proceso que hice, fue darme cuenta que no tenía la menor idea de cómo se sentían cada una de mis emociones en mi cuerpo, no poder ponerle nombre a la sensación tan placentera que experimenté solo mostró la falta de un lenguaje conmigo misma y una desconexión total de alma-mente-cuerpo, haber perdido el miedo a ser feliz, me trajo muchísimas cosas, entre ellas una comunicación constante conmigo misma, una presencia absoluta en mi propia vida y una vida que vale las alegrías ser vivida.
A los humanos nos aterra ser felices. Vamos por la vida cargándonos de cortisol, adrenalina, dopamina, viviendo en un estado de lucha-huida constante, con todo y frente a todo, buscando siempre más, más y más, nunca satisfechos con nada, el trabajo constante con disciplina nos parece innecesario, a tal punto de anhelar que todo nos llegue con un chasquido de dedos. Nos hemos acostumbrado a nuestros traumas, nuestros trastornos, hemos dejado que las etiquetas nos definan y nos hemos creído el cuento de que no somos nada sin ellas.
Uno de mis grandes logros fue aceptar en voz alta, frente a mi psicóloga que me daba pánico dejar de estar deprimida y ansiosa, pues sentía que les debía a ellas (la depresión y la ansiedad) todo mi talento para escribir, bailar, cantar y pintar, pues siempre que pasé por episodios de delicada salud mental, lo que me salvaba de cometer cualquier acto contra mí misma, fue siempre el arte. Había creado un parasitismo muy delicado entre mis talentos y mis trastornos, cuando ahora lo entiendo siempre fue al contrario: soy artista a pesar de, no debido a mis trastornos y traumas.
Cuando tuve este momento revelador, a tal punto de creer ahora, que ese instante de alegría fue un antes y un después en mi vida, supe que ya no había otra forma diferente de existir para mí. Cuando logré sentir esa alegría supe también que por fin había alcanzado esa unión o integración que todos merecemos experimentar, la de sentirse una sola y no rota o en mil pedacitos. Por primera vez en mi vida me sentí completa. Sentí que no tenía que hacerme más remiendos, que no tenía que exponerme a las mismas situaciones que me detonaban, sentí que me sentía preparada para entender que la vida no tenía por qué doler tanto y que yo era dueña de mi vida. Que esa hipersensibilidad con la que vivía, no era nada más y nada menos que el mecanismo de defensa que creé para sobrevivir y que ahora tenía una vida que no necesitaba de esa herramienta, porque ahora no tenía que sobrevivir más, sino que solo me quedaba una cosa, empezar a vivir.
Escribo todo esto, porque siento que a mi alrededor hay personas atravesando por lo mismo, viviendo luchas internas y dolorosas que muchos no alcanzan a comprender, que se apegan a sus etiquetas y trastornos, como algo que hace parte de su identidad. No tengo la fórmula mágica, cada proceso es diferente, pero sí tengo la esperanza en el cambio y que sí se puede transformar totalmente la vida, tengo la ilusión de que puedas preguntarte si la versión que eres te funciona, si sabes identificar la felicidad en tu cuerpo, en tu propio lenguaje y mantenerla en tu vida, si te da miedo soltar lo que eres para que en un acto creativo personal puedas rediseñar lo que realmente quieres ser, que te preguntes también si te justificas con tus trastornos, si los defiendes, los abrazas y los haces parte de ti porque crees que te sirven para otras cosas, a veces ni nos damos cuenta de lo peligroso que es etiquetarnos y justificarnos con esas etiquetas. Solo nos hacemos daño a nosotrxs mismxs.
Sí, tengo depresión, sí, tengo ansiedad, sí, tengo TOC, pero NO SOY mis trastornos, soy yo también, la libre, la risueña, la divertida, la flexible, la compasiva, la amorosa, la creativa, la que pinta, baila y goza de esta vida. Soy esta nueva yo y ¡me encanta!
No estás solx. Somos muchxs*
Mucha compasión contigx mismx para ti que me lees, estás haciendo lo mejor que puedes con las herramientas que tienes y eso es todo un logro ya.
*Aviso importante: Si luchas con tu salud mental, recurre a un profesional.
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